viernes, 10 de mayo de 2013

SEMANA 6: ESPAÑA

Muchas veces he dicho que volvía a escribir este blog, que si iba a hablar de Apple, de mis experiencias laborales, de los errores invariables de la consultoría… Y si no lo he hecho ha sido por la desmotivación obtenida por el poco éxito logrado en entradas anteriores. Pero esa sensación de fracaso ha sido superada por mi afición a la economía (de manera modesta, por supuesto), y potenciada por personas como Leopoldo Abadía, Gay de Liébana, Miguel Ángel Revilla,… gente que habla de economía de una manera comprensible al público en general.

Y si a esto añadimos la situación actual de este país, creo que es un momento interesante para volver al blog y hacer un repaso general a cómo está.

Resumamos un poco como hemos llegado hasta aquí, con una fórmula sencilla bastante descriptiva:

Pisos + bancos + políticas = crisis + paro

No entraré en detalle, puesto que más o menos sabemos de qué va cada cosa. Me centraré más en el presente, sobre todo en qué es lo que me sorprende de lo que se está haciendo y, más aún, de lo que no se está haciendo.

Pisos y bancos van muy unidos. Nos dieron el dinero para pagar el piso (hipoteca), y cuando no hemos podido pagarlo se han quedado con él (el piso). El crimen no está ahí, sino en cómo se han comportado los bancos durante el proceso. Ha llegado un rescate para que los bancos “funcionen”, cosa que ha aumentado nuestro déficit (lo vamos a tener que pagar entre todos a base de impuestos), pero los bancos han seguido funcionando igual: sueldos e indemnizaciones desorbitados, poca concesión de crédito,… Uno se siente un poco idiota cuando no le gusta el Fórmula 1 y tiene que pagar el patrocinio de una escuadra con sus impuestos de años venideros.

El tema de los desahucios es muy complicado. Hay muchos casos y distintos, pero es muy difícil marcar unos límites. ¿Una persona que no tiene para pagar la hipoteca debe no ser desahuciada, y alguien que la pague no quedándole dinero para nada más debe pagar su cuota íntegra y no comer? Habría que buscar soluciones flexibles con los bancos, tienen un amplio stock de viviendas y podrían reasignar viviendas más asequibles a los que las necesitaran realizando algún tipo de intercambio con la vivienda habitual, poner pisos de bajo alquiler a disposición de los que no pudieran pagar la hipoteca,… todo lo que pueda pasar por la cabeza de gente que dedicara tiempo y reuniones a pensar en ello.

Esas reuniones estarían compuestas por políticos, banqueros e hipotecados. Sí, todos. Y si esto es importante, que lo es mucho, no mandemos al representante del presidente de la oficina de mi pueblo. Rajoy, de Guindos, Montoro,… menos reuniones innecesarias de “tú más que yo” y más trabajo de campo; Botín y compañía, los mandamases de los principales bancos, que para algo ganan lo que ganan; y por parte de los pobres hipotecados, representantes conocedores de la situación y de toda la casuística posible para que luego los demás no digan que no se habló de eso.

Ya aparecieron los políticos. Y es que tanto en este como en muchos campos, no se ha hecho nada. Y la gente se cansa. Hay que actuar, dar soluciones reales, de esas lógicas que todos oímos y decimos: “¿por qué no las hacen?”. Con lo de los pisos, y con otras cosas. Porque en la parte derecha de la ecuación antes comentada tenemos dos valores para los que realmente no se ha hecho nada (o muy poco, que me enciendo).

El problema del paro. Resumamos: hay paro porque las empresas no contratan, porque están en crisis y no pueden. Ya. No hay más (que no es poco). Entonces: ¿no es buena idea ayudar a las empresas a que puedan contratar? Pues parece que sí. ¿Por qué no se contrata? Esta es aún más fácil: beneficio = ingresos – costes, la fórmula de toda la vida. Si me cuesta mucho contratar, no me será rentable lo que ese empleado produzca. Solución: hagámoslo más barato, aunque sea temporal. Bonificaciones en la seguridad social si una pyme contrata, financiación para que con esa inyección puedan abordar contrataciones (y aquí añadiríamos adquisición de tecnología, stock, infraestructuras,…). Se me ocurren esas dos, pero seguro que hay más. ¿Y dónde están todas esas ideas? Pues en la misma sala de reuniones donde, tras haber encontrado soluciones para el tema de los pisos, salgan los representantes de los hipotecados y entren los representantes de empresarios y trabajadores (algunos puede que sean los mismos).

Y es que todo debería moverse con el consenso. Ha sido la mejor solución siempre, y no lo va a ser menos ahora. Desmotiva ver que Gobierno y oposición parecen no encontrar nunca ese consenso en sus posturas. Y hay que ser flexibles: si hay que perder un poco por un lado para que gane el otro, eso va a redundar en el bien de todos. Y creo que, por ejemplo, los sindicatos se equivocan bastante al respecto con sus posturas. Es una opinión personal.

Sí, es cierto que hay políticas que nos vienen establecidas vía Europa, pero está claro que tenemos margen en bastantes variables como para probar cosas. Subir el IVA fue un error, la única manera de incentivar el consumo en tiempo de crisis es que sea más barato comprar, y se hizo lo contrario. Recaudar más por una compra es perder si baja el número de compras. No creo que esto necesite mucha explicación.

Así que la solución es esta. Bueno, no es la solución de todo, pero si la manera de mejorar lo que tenemos y estar lo mejor posible en función de nuestras posibilidades. Hay muchas cosas que optimizar: lo de la corrupción es bochornoso, y no solo perdemos el dinero que se llevan esos impresentables (lo que hace que tengamos de nuevo que pagar más para tapar el agujero), sino que encima nuestra imagen fuera es lamentable (lo que hace que financiarnos sea más caro; sí, la prima de riesgo).

Leyes más rígidas, mayor control y mayor transparencia (que se puede hacer), sentido común de los “importantes” y trabajo de todos. Estoy seguro que de las reuniones que he comentado saldrían muchas ideas que, con un poquito de esfuerzo de los implicados (lo de perder un poco para que lo gane el otro), funcionarían. Las actuales políticas y maneras de hacer las cosas están fallando y hay que cambiar ya.

Nota lista del economista: si usted va por la calle con pinta extraña, los cuerpos de seguridad pueden detenerlo, registrarlo… hagámoslo económicamente con todos los agentes implicados con posibilidad de agrandar su bolsillo a nuestra costa, que esas cosas se ven (el dinero en Suiza es más difícil, pero los coches y las casas suelen verse, y más los de esa gente).

jueves, 12 de abril de 2012

SEMANA 5 : DIOS

A petición de un gran ilustrador (y mejor amigo), trataré en la quinta entrega del blog el tema “Dios”. Antes de empezar y poder herir sensibilidades, quiero recordar que desde aquí trato los temas desde el punto de vista económico, y en este caso no será distinto. No se discutirá ni la existencia de Dios, ni se cuestionará la fe, ni nada similar: sólo se realizarán teorías que valdrán de base a mis conclusiones, nada más. Además elegiré como punto de vista el cristianismo, aunque las conclusiones serán extrapolables al resto de las religiones.

Voy a dividir la entrada en dos partes: primero trataré si es rentable que usted crea en Dios para, en una segunda parte, racionalizar el comportamiento de los distintos perfiles que creen en Dios, añadiendo aquellos que no creen pero también están en el mercado.

La Biblia es un libro muy bueno. Es posiblemente el mejor libro que existe en riqueza de personajes, historias y moralejas. No es de extrañar que en torno a ese libro se haya creado tanta controversia. Algunos defienden su exactitud, otros su valor como lecciones de cómo comportarse,... En cualquier caso, es la base de la religión cristiana y su fuente de creencias. La creación del mundo, lo que sucedió hasta la aparición de Jesucristo, su muerte, su resurrección,... Temas más o menos creíbles en un mismo libro, debido también a la distinta procedencia de los escritos. Y ahí encontramos uno de los “fallos” de este libro: la credibilidad de diversos pasajes. Y es que hay que tener mucha fe para creer a rajatabla en los principios de la humanidad según la Biblia, más si tenemos en cuenta que semejante tarea ya ha sido realizada por la ciencia. Es decir, o cree usted en el Génesis o cree usted en Eduard Punset.

Pero podemos sortear este escollo tomando determinados escritos sagrados como “cuentos”, parábolas cuyo objeto es el ejemplo y no la exactitud histórica. Otra cosa aparte son los milagros que aparecen más o menos encuadrados en hechos históricos demostrados. Ahí única y exclusivamente contará usted con la fe para creer o no en ellos, nada ni nadie podrá rebatirle con pruebas científicas su decisión.

Uniendo estas dos ideas (interpretación de la Biblia y fe), es perfectamente racional que alguien profese creencia en Dios. Estudiemos ahora los beneficios y costes de dicho comportamiento:

- Beneficios: hay un beneficio claro, la posibilidad de la salvación y la vida eterna. La utilidad de creer en la vida más allá de la muerte está fuera de toda duda (salvo si usted está harto de la vida, que es otra posibilidad). Darle un sentido a la vida podría ser otro beneficio, sentirse parte de un plan, entender el por qué de la existencia,...
- Costes: el coste evidente es cumplir las condiciones del buen cristiano, que podemos resumir en portarse bien y cumplir las liturgias correspondientes. Este coste depende del nivel de implicación de cada uno, aunque debo decir que desde mi punto de vista es casi imposible cumplir a rajatabla las exigencias del guión; todos alguna vez, por muy santos que seamos, incumplimos algún mandamiento, pecado capital,... Con lo que el perfecto cristiano podría casi considerarse un sujeto utópico (digamos que algo así como un clon conductual de Jesucristo). Pero es cierto que “ser bueno” consiste en algo más terrenal, algo así como “compórtate bien y no hagas daño al prójimo, ayúdale”; con hacer esa inversión parece que ya tendremos derecho a los beneficios.

Haga sus cálculos: estime sus beneficios en función de su fe y los gastos en función de su compromiso, y halle la solución. Es lo que todo el mundo hace para decidir si su comportamiento será o no el de un cristiano. Está claro que si uno cree al cien por cien en los beneficios apenas considerará el nivel de costes, pero cuando las cifras cambian... Los beneficios son directamente proporcionales a la fe, si usted duda en la vida más allá de la muerte por ejemplo, quizás el ser buena persona e ir todas las semanas a misa no sea una inversión rentable...

Supongamos que usted decide ser cristiano. Toca hallar el grado de implicación que adjudica a dicha decisión. Puede creer, puede creer y practicar, y puede creer, practicar e intentar captar más “consumidores” de cristianismo. Queda fuera la opción “no creer y captar consumidores” que veremos al final.

- Creer: es la opción más extendida. Usted cree en Dios y sus bondades pero no es practicante. Algunos justificarán su comportamiento con “no estar de acuerdo con la iglesia”, otros simplemente no lo harán. Pero todos (la gran mayoría) “practicarán” en momentos determinados, en los momentos BBC. No me refiero a la cadena inglesa, sino a las siglas de “Bodas, bautizos y comuniones”. ¿A qué se debe este comportamiento? ¿Es racional no ir a misa los domingos y casarse por la iglesia? Dos son los motivos básicos que racionalizan este comportamiento: la tradición y el sistema de perdón de la iglesia. Los BBC son eventos con gran arraigue en la sociedad, motivo de reunión familiar y compromisos casi ineludibles. Sus características sociales superan con creces (no siempre) a los verdaderos motivos de dichos rituales, y que a menudo incluso se olvidan. Eso hace que los usuarios no vean los BBC como costes del cristianismo, sino como ingresos de su vida cotidiana (a veces incluso ingresos económicos, si se hace bien). En cuanto al sistema de perdón de la iglesia, la explicación nos vale tanto como para estos eventos como para el resto de situaciones similares. Usted sólo tiene que confesarse previamente, y automáticamente su historial cristiano quedará limpio a cambio de unas pocas oraciones. ¿Fácil, no? El arrepentimiento facilita la reincorporación inmediata al buen cristianismo, aunque seguramente el fin de semana siguiente no se acuda a misa… La implicación de esta opción no es ni mucho menos alta, pero el funcionamiento del perdón permite ir cumpliendo las obligaciones de manera escalonada.
- Creer y practicar: la opción más clásica, la de nuestros abuelos. Creer, ir a misa, confesarse, comulgar… el perfil de cristiano más o menos perfecto. Se cumplen las obligaciones de manera lineal, no como en el caso anterior. La pega es: ¿por qué cumplir los pagos de nuestra inversión puntualmente cuando hay una forma de hacerlo de manera más sosegada y de menor cuantía? Este comportamiento es racional debido a que el practicante lo hace no sólo como obligación, sino como apetencia. Si no fuera necesario ir a misa iría igualmente, su curva de utilidad aumenta practicando, no es una cuestión de costes sino de ocio.
- Creer, practicar y captar: es la versión avanzada del comportamiento anterior: ¿por qué no llevar la palabra de Dios a otros que todavía no invierten en cristianismo? No es necesario hacerlo para ser un buen practicante, pero la curva de utilidad aumenta si lo hacen, se sienten más felices, tampoco es una obligación: usted está convencido de lo que cree, verá a todos los demás usuarios como equivocados y puede indicarles el camino correcto. Si usted quiere invertir en ese nivel (la inversión necesaria para ser cristiano más aportaciones altruistas al cristianismo) debe tener en cuenta ciertos sacrificios. Por eso se refuerza la idea de utilidad para el usuario, puesto que captar no aporta mayor categoría de cristiano que el punto anterior y si entraña costes; pero una sensación de felicidad y satisfacción parece superar ese gasto adicional, aunque también cabe la posibilidad de que la fe entre en escena, y que el consumidor de cristianismo crea que es parte de su misión en la vida y no pueda obviarla como tal.

Dejábamos para el final la opción “no creer y captar”, puesto que no tiene nada que ver con las opciones anteriores donde el objetivo final es la vida eterna. En este caso, si Dios existe, precisamente sea todo lo contrario. Nos encontramos ante un perfil seguramente no creyente, cuya única meta es acumular riqueza (ahora sí que hablamos de dinero, de euros, de propiedades,…). Aquí la fe no participa, y la inversión realizada es la que aparece en muchos de los timos: prometer cosas inmateriales a cambio de materiales. Un gran negocio.

Alguno echará en falta otros perfiles, como por ejemplo aquel que cree, practica, capta y vive en la abundancia. Este ejemplo es claramente una mezcla de otros, donde la fe se aparta cuando es necesario para dar paso a los metros cuadrados del chalé. Si Dios existe, seguramente tenga algo que decir al respecto cuando llegue el momento de negociar la resolución del contrato…

En definitiva, creer o no creer se basa en los mismos términos que cualquier otra inversión: debo pagar ahora para recibir más adelante. Dependiendo de nuestro perfil de inversor lo haremos de una u otra manera, basados en la percepción del valor de esos beneficios. Pero esta inversión si es diferente en algo; usted puede invertir en acciones, fondos de inversión, viviendas… no sabe lo qué puede pasar pero si sabe en qué supuestos usted ganará o perderá y en qué cantidades: las reglas del mercado. Pero en este mercado decide Dios, cuyos caminos son inescrutables… Hay directrices a seguir que le aseguran acercarse a la cartera de inversión perfecta para obtener beneficios, pero sólo Él (en caso de su existencia) le dará el verdadero interés de retorno de la inversión que ha supuesto su comportamiento a lo largo de su vida. Suerte…

Nota lista del economista: ¿pondría usted la mano en el fuego por alguien asegurando que se ha ganado el cielo?

viernes, 21 de octubre de 2011

SEMANA 4: EL 15-M

Para nuestra cuarta semana utilizaremos una analogía como principio para adentrarnos en el estudio del “15-M”, los “indignados” como son conocidos en su movimiento contrapolítico:

“Usted es seguidor incondicional de uno de los dos equipos de fútbol más poderosos de su país, llamémoslo ‘Equipo M’. Quizás por tradición familiar, quizás lo decidió en su tierna infancia, quizás porque es el equipo de su ciudad,... Usted paga entradas por ver los partidos de su equipo, sigue los pormenores del día a día en prensa, radio y televisión, disfruta con las victorias y sufre con las derrotas. El otro equipo potente, el ‘Equipo B’ lleva desde un tiempo atrás desplegando un juego digno de elogio, con la consecuente recompensa en trofeos. Si usted, a la hora de valorar la utilidad que le proporciona ser seguidor de un equipo tuviera en cuenta única y exclusivamente términos referentes al deporte en sí, sería un ser irracional al seguir apoyando al ‘Equipo M’, cuando (en un similar nivel de costes de seguimiento para ambos equipos) el ‘Equipo B’ le reportaría muchos más beneficios (goles, victorias y títulos). Pero usted es (salvo que se demuestre lo contrario) racional, con lo que tiene que haber otros motivos que argumenten su fe en el ‘Equipo M’.”

¿Beneficios futuros? No lo creo, son impredecibles, y el ser humano por naturaleza prefiere la ganancia de manera inmediata. Además, usted podría ajustar su inversión en felicidad desviando los fondos de un equipo a otro en función de sus resultados (lo que sería conocido como ‘chaquetero’, o en nuestro análisis, ‘inversor óptimo con plena información’).

Son valores no materiales (que no sin valor) los que hacen que usted se mantenga en el ‘Equipo M’: tradición, orgullo, sentirse miembro de un grupo, defender a su equipo en el café de las mañanas, opinar de las decisiones tomadas y proponer soluciones que le parecen increíblemente lógicas y que no entiende por qué el entrenador no las ha puesto ya en práctica... Esos son los beneficios que obtiene usted cuando la partida de títulos disminuye.

Ahora, aplique este esquema a la ideología política: dos partidos políticos predominantes, crisis, buenas y malas decisiones... ¿Qué cree que pasará? Pues que los “socios” seguirán siguiendo a sus “equipos” en un alto porcentaje de la población.

Bajo este enfoque, ¿cree usted que el movimiento “15-M” puede hacer algo por el cambio? (posiblemente los que creen que sí ya estén a punto de abandonar mi blog, pero sigan conmigo, quizás mejore mi optimismo según avance la entrada).

Las manifestaciones han perdido ya su utilidad, al menos en una gran parte. El leit motiv de esta herramienta bien puede compararse con la publicidad desde el punto de vista del marketing: informar, persuadir y recordar. Quizás la tercera herramienta sea la que aún mantiene su fuerza, pues todo en la vida se olvida con el tiempo, y una referencia en televisión al movimiento puede refrescarnos la memoria.

¿Pero qué sucede con las otras dos herramientas? ¿Puede usted persuadir a alguien del ‘Equipo M’ a cambiarse al ‘Equipo B’ o a otro cualquiera? Aquí surge un problema adicional que no refleja la analogía futbolística, y es que si usted deja de votar a cualquiera de los dos partidos y vota a otro, o deja de votar, su felicidad se verá afectada en términos de afiliación, pero seguirá sufriendo los efectos de la decisión global del resto de usuarios de política (es decir, las decisiones del gobierno, comunidad o ayuntamiento que salgan ganadores). Usted puede olvidarse del fútbol y no sufrir consecuencias, pero puede olvidarse de la política y seguirá sufriendo a los políticos (yo como buen economista no pienso votar, pero pagaré impuestos como todos). Puede persuadir a los “indecisos”, ese grupo del que siempre se habla en las elecciones, que son los votos que no tienen “equipo de fútbol fijo”, pero esto no cambiará las cosas, pues cambiará los pesos de la balanza, pero la balanza contendrá los mismos productos a uno y otro lado (gracias a los “fans” que votan en función de sus preferencias basadas en términos “no políticos”).

Y ahora, si los “indignados” o defensores del movimiento han aguantado hasta aquí, felicidades. Viene el momento optimista de la reflexión. Y no sólo en conceptos de manifestación, sino en general: informar. Aquí es donde el movimiento debería hacerse fuerte. ¿Y por qué? Los mercados. Un mercado es más eficiente cuanta mayor información tienen los usuarios sobre él. Y no me pueden negar que la información en aspectos políticos no es perfecta, tanto en términos de datos como de claridad. Informar a todos los usuarios de voto que sus elegidos hacen determinadas cosas favorece decisiones más inteligentes en el futuro. Sin información quizás pesaran más los otros factores que estudiamos anteriormente, pero si usted se entera de que su alcalde gasta sus impuestos en fiestas privadas quizás prefiera decidir en función de eso y no de la tradición en su familia de pertenecer a su partido.

La demanda política debe contar con la información necesaria para exigir una oferta responsable, lógica, coherente y todos esos adjetivos que pasan por su cabeza cuando piensa en la utopía de un gobierno de bienestar. Pero recuerde, hay grupos de presión que estarán interesados en que el partido al que financian gane las elecciones, pues les reportará beneficios asociados a su actividad.

Quizás la información potencie un voto más sensato, basado en el conocimiento del mercado. Y con más información, los políticos obrarán en consecuencia, actuando de otra manera para ajustar su oferta y hacerla más aceptable. El “15-M” o cualquier movimiento, entidad o persona que aporte información a los usuarios, favorecerá una mejor decisión sobre quién gobernará. Lo que no queda tan claro es que más allá de la información, el “15-M” sea efectivo. Además, las apariciones repetidas pueden producir un efecto contrario: la costumbre. Uno de las ventajas era la novedad: la primera vez que se producía una “queja” de semejantes características y magnitud. Ahora parece como que es algo más de nuestras vidas que se repetirá como tantas cosas. Cuidado con eso, “indignados”.

Por último, haciendo de nuevo uso de la analogía que hemos utilizado en esta entrada, pensemos en este caso: “Usted es fanático del fútbol, pero le gustaría seguir a un equipo capaz de presionar en todo el campo, jugar al toque en la línea de tres cuartos, tener un portero con la capacidad suficiente como para dar pases largos al pie, y un delantero que defienda en los córners y meta dos goles por partido. Pero busca en todos los equipos disponibles y no encuentra ese perfil. Necesitaría mucho dinero para, o bien adentrarse en la cúpula de un club y cambiar las cosas, conseguir que le contrataran de entrenador, o crear un club desde cero (o coger uno inferior e intentar ‘subirlo’).”

No llevaré la analogía al mundo político, creo que es bastante obvio. Es muy difícil cambiar las cosas, cierto. Pero podemos intentar que todos decidamos lo mejor posible dentro de la oferta disponible, y también conseguir que esa oferta sea más racional. ¿Cómo? Información. Información es poder. Nos hará decisores óptimos y hará que los “socios del Equipo M y el Equipo B” puedan exigir mayores bondades a sus representantes.

Nota lista del economista: ¿se cambiaría usted de equipo por dinero? Quizás lo haría, pero nunca su corazón...

martes, 5 de julio de 2011

SEMANA 3: EL AMOR

Tercera semana (aunque con retraso), y esta vez el tema es aquello que dicen mueve el mundo: el amor. Lo hemos visto en las películas, lo hemos leído en los libros,... desde el punto de vista trágico, romántico o cómico, pero no sé si alguna vez ha llegado usted a planteárselo desde la visión de la economía (no confundamos visión económica con visión materialista).

Nuestra amiga la utilidad vuelve a ser clave en el estudio del amor, que no es un bien en sí mismo, sino un cúmulo de ventajas competitivas que nos ofrece la otra persona para afrontar la vida con éxito. Y es que el amor es la búsqueda de un socio para que nuestra empresa llegue a buen fin.

Como en toda búsqueda de socios o empleados, no podemos coger al primer candidato que aparezca. Se realizarán entrevistas que, basadas en las necesidades específicas propias, decidirán al ganador. Por muy selectivo y riguroso que sea el proceso, siempre cabe la posibilidad de que todo acabe en despido, quiebra,... pero es parte de la vida, algo inevitable.

Imaginemos que hemos encontrado al candidato ideal: ¿por qué ha sido el elegido? ¿Cuáles son las características que hacen a alguien digno de nuestro amor?

Hay dos tipos de cualidades que atraerán nuestra atención: las instintivas, que proceden de nuestro lado más animal, y las emocionales, que proceden de nuestro lado más humano. Y es que esto nos diferencia del resto de animales con los que compartimos mundo: dejamos que otras razones más o menos claras enturbien nuestra decisión que sería más sencilla si sólo se rigiera por los motivos instintivos.

Los motivos instintivos: la supervivencia de la especie. Esto es así, por mucho que no quede romántico, bonito, o el apelativo que deseen. Buscamos alguien para perpetuar la especie, o al menos es lo que inconscientemente hacemos. Luego puede que no queramos tener descendencia, o que no podamos por otros motivos (por ejemplo, la homosexualidad), pero el ser humano tiene en su interior una necesidad de copular basada en la perpetuación. Y aquí es donde miramos la foto del curriculum.

Alguien de buena condición física asegura una camada de buenas condiciones, lo que es un punto positivo para que nuestro apellido y el genérico de nuestra especie siga propagándose. La belleza es un reclamo como puede serlo una lucha de cornamentas entre machos, o las plumas del pavo real: llaman la atención de la otra parte. Además es un doble punto positivo, pues además de disfrutar de la belleza de la pareja aseguramos unos genes que harán que nuestros hijos tengan más posibilidades de atraer parejas en el futuro.

Hay que hacer un apunte, puesto que la belleza suele ser similar entre las parejas (en mayor o menor medida, de hecho algunos sostienen la teoría de que las parejas bien avenidas comparten un parecido físico), tiene que haber una explicación, y la hay: nuestras posibilidades. No aspiramos por regla general a obtener más belleza que la atesorada, puesto que establecemos el listón de búsqueda de simetría en la que podemos ofrecer (destaco por “regla general”, para evitar enfados del feo de la pareja, en caso de haberlo).

Ahora el punto peliagudo. La capacidad económica. Y es que para perpetuar la especie no sólo hay que tener hijos, sino también cuidarlos. Y es mejor que aprendan en buenas escuelas, coman buenos productos y duerman en cómodas camas. No estoy diciendo que el amor pueda decantarse por uno u otro en función de la cuenta bancaria de uno de los candidatos, pero si estoy diciendo que es un factor más, y que está ahí. Las características personales del otro decidirán en qué porcentaje colabora a la decisión final.

Bueno, ya tenemos definido a nuestro candidato ideal en base a las características que reclama nuestro instinto. Veamos ahora la parte emocional, aquella parte que nos define como humanos y diferencia del resto de los animales. Aquí es más difícil ser concreto; podemos hablar de “sentirnos bien” con la otra persona, pero depende de cada uno el desarrollo de esta afirmación. Todo depende de las necesidades de cada uno: si nos gusta que nos cuiden, que nos mimen, que nos dejen nuestro espacio,...

Sí somos sinceros, todos se habrán dado cuenta de que esta parte emocional tiene más valor al principio, cuando se está estableciendo la relación. Nos preocupamos de conocer al otro, de ofrecerle lo que le gusta, incluso haciendo sacrificios para que se sienta agusto, pues al final su beneficio será el nuestro. ¿Les suena? Puro marketing. Después, el producto funciona si es bien vendido, no hace falta esa intensa campaña de publicidad inicial, sólo pequeñas campañas recordatorias de marca para que el público objetivo (nuestra pareja, al menos en un entorno monógamo) no olvide que somos el producto ideal, el socio perfecto.

Si tiene suerte puede que encuentre el amor, aquel que colme sus necesidades, aquel que sea capaz de llenar sus necesidades tanto instintivas como emocionales, aquel que le acompañe hasta la muerte sin que el negocio cese. Pero recuerde que bajo los ramos de rosas, las poesías, los anillos,... siempre estará su curva de utilidad, sus necesidades,... y también las de su pareja, y que el éxito depende de que sus curvas de oferta y demanda coincidan en el precio y cantidad que ambos han estipulado para ser felices y comer perdices.

Nota lista del economista: imagínese a su pareja con el cuerpo y el rostro de la persona más fea que pueda imaginar... ¿cambiaría en algo su situación?

miércoles, 13 de abril de 2011

SEMANA 2: LOS JEFES

El tema de nuestra segunda semana es “Los jefes”. Sí, ese sector odiado y/o envidiado, que plantea numerosas preguntas desde el punto de vista económico. Para no esparcirnos sin objetivo definido, plantearemos un listado de cuestiones típicas que todo empleado suele cuestionarse:

- Incompetencia: ¿existe una relación positiva entre la incompetencia de la persona y su posición laboral?
- Sueldo: ¿por qué cobran tanto?
- Acceso: ¿cómo llegar a ser jefe?
- Variables no-económicas : ¿se tienen en cuenta otros factores aparte de los económicos para llegar a esa categoría?

Seguro que a usted se le ocurre alguna pregunta más, pero con las planteadas cubrimos un amplio espectro de la problemática tratada.

- Incompetencia: usted mentiría afirmando que esa sentencia no salió nunca por su boca. Todos alguna vez hemos pronunciado improperios dedicados a nuestros responsables, “alabando” su mediocridad. La cosa se complica cuando usted, cansado de una jornada laboral larga, se reune con sus amigos a tomar algo. Siempre se acaba hablando de trabajo, y siempre se encuentran muchos más testimonios como el suyo. Eso lleva a una pregunta lógica: “¿son todos incompetentes?”. Mi experiencia me dice que hay de todo, que a veces el odio personal nubla las afirmaciones de uno, pero que siempre subyace algo de razón cuando uno está harto de su superior. Son muchos los factores que influyen en la valoración de un jefe por parte de su empleado, desde motivos personales hasta profesionales. Vayamos a los datos objetivos:

* número de jefes: éste es determinado por el número de proyectos existentes (en teoría claro, ya veremos algún ejemplo en las variables no-económicas, pero hablaríamos de un caso no-eficiente, o al menos incluso más ineficiente que el resto). Esto da un problema muy claro: si existen diez proyectos que necesitan diez jefes y hay seis personas con el perfil necesario para desarrollar ese labor, cuatro serán jefes incompetentes. Contra esta regla sencilla no hay mucho que objetar.

* cambio de proyecto: pasan dos años, y esos seis jefes terminan sus proyectos con un éxito contundente, sin ninguna crítica por parte de sus satisfechos subordinados. Pero el cambio de proyecto implica cambio de necesidades, conocimientos y forma de trabajar, con lo que puede que algunos no encajen en el proyecto y se conviertan en jefes incompetentes. Esta también parece una relación clara.

Con estos dos puntos en principio irrebatibles, vemos que la ineptitud se puede dar tanto al principio del negocio como durante el desarrollo de este. Las variables no-económicas añadirán nuevos marcos en los que los jefes incompetentes son de nuevo constatados.
En un mercado eficiente los jefes incompetentes deberían desaparecer. La demanda de jefes incompetentes debería ser nula (salvo intención de daño), con lo que la oferta para ellos debería reajustarse a cero al conocer el perfil de éstos.

-Sueldo: ¿es exorbitado el sueldo de los jefes? Como siempre, hay casos. Algunos dan su vida por el trabajo y tienen gran responsabilidad, con lo que podrían (y digo “podrían”) justificar los ceros de sus nóminas. Pero bien es cierto que hay otros empleados que también dan su vida por el trabajo, se la juegan incluso (cosa que pocos jefes seguramente hagan), y cobran nóminas raquíticas. Quizás este sea el propio motivo de esos altos salarios. Imagine: usted, trabaja en una empresa diez horas al día, sudando seis días a la semana por su jornal. Cada mañana, dos horas después de llegar a su puesto de trabajo, llega su jefe, en un flamante vehículo y dispuesto a desayunar. Usted sabe que gana muchísimo dinero, y que su trabajo, por mucha responsabilidad que lleve, es infinitamente mejor que el suyo...¿por qué aguanta entonces? Pues quizás sea la esperanza de llegar a ser él. El salario de su jefe se convierte en el incentivo máximo de un empleado para continuar en la empresa y hacer su trabajo lo mejor posible. ¿Se imagina que su jefe ganara escasos euros más que usted? Pensaría que está en una empresa sin futuro.

- Acceso: lleva usted quince años en la empresa, motivado por ese sueldo cuantioso de su jefe (y por qué no, puede que le guste el trabajo incluso). ¿Llegará alguna vez a ocupar su puesto? Pues depende de varios factores, como el entorno macroeconómico, el microeconómico (vamos, como va el país y como va la empresa), y como no, también de las famosas variables no-económicas que dejamos para el final y que muchos de ustedes ya habrán imaginado. Usted puede hacer su trabajo a la perfección y nunca ascender, o ser el rey del escaqueo y llegar muy alto. Veamos esas variables que tanto hemos mencionado.

- Variables no-económicas: sí, son las que usted imagina: el enchufe, el peloteo, el oportunismo, la conveniencia,... siempre nombradas en sus términos más coloquiales.
Veamos un ejemplo en el que usted podría tomar en cuenta todos estos valores: usted es director general de una empresa, y su responsabilidad es contratar a alguien de la empresa para concederle el puesto inmediatamente inferior a usted: su mano derecha. Caben varias posibilidades:

* usted se lleva muy bien con Anselmo, con el cual estudió desde el colegio y llegó incluso a compartir novia. No es especialmente diestro en sus habilidades, pero es un gran amigo: le contrata.
* usted recibe una “recomendación” por parte de un importante accionista para que contrate a un primo suyo que estudió un curso de marketing en una academia y tiene “don de gentes”: le contrata.
* usted recibe de Federico un trato excelente: café en su punto a la hora acordada, se queda siempre que hay que acabar algún informe permitiéndole a usted disfrutar de su familia, nunca ha supuesto problemas para la empresa,... : le contrata.
* usted tiene en su plantilla a Dionisio, un experto en casi todo. Controla el negocio como nadie, es trabajador, eficaz, infalible. ¿Podría suponer un riesgo para su puesto actual?: no le contrata.
* también podría utilizar su poder y contratar a dos personas, que aunque no sean necesarias, le liberan de trabajo y le evitan elegir entre varios candidatos (el caso que comentábamos cuando hablábamos del número de jefes y proyectos).

Como podemos ver, existen numerosas variables no-económicas que influyen tanto en la incompetencia de los jefes como en sus decisiones. Además del comportamiento propio del mercado, el comportamiento humano en su faceta más pura enturbia el mercado perfecto en el cual jefes incompetentes no tendrían cabida.

En resumen, parece claro que los jefes incompetentes existen. Dejo en sus manos la decisión de establecer un porcentaje. El mío lo guardo para otra ocasión.

Nota lista del economista: piense en los jefes incompetentes que parecen no serlo ya que sus empleados sacan el trabajo, y ese es el resultado final que se le pide a los primeros...

lunes, 4 de abril de 2011

SEMANA 1: LA PROSTITUCIÓN

En esta primera entrada trataremos la profesión más antigua del mundo: la prostitución. O al menos, una de las primeras, pues supongo que los primeros clientes deberían de percibir algún salario que poder gastar en aquellos servicios, con lo que por muy pocas profesiones que existieran, alguna tendría que coexistir en el tiempo con la que abarca nuestro primer contenido.

La legislación española parece ser un mero espectador ante el mercado de la prostitución. No existe una regulación al respecto, con lo que todo se sumerge en una alegalidad que permite que tanto ofertantes como usuarios (es un blog de economía, estas palabras deben aparecer) creen un mercado que reporta grandes beneficios.

La palabra “beneficios” es un término que suele alertar a cualquier Gobierno, puesto que si puede gravar ese flujo de dinero obtendrá una cuantiosa suma en sus arcas. Véase gasolina, tabaco, alcohol,... Entonces, ¿por qué no se regula la prostitución siendo esta uno de los negocios más rentables?

Veamos las múltiples ventajas de la posible legalización:

- la más clara es la comentada: toda actividad económica lleva implícita unos impuestos, desde aquellos que gravan el consumo, como aquellos que gravan a la propia empresa. Además, los gobiernos, basándose en una hipócrita teoría de gravamen superior si el producto es perjudicial, crea también impuestos indirectos que seguramente encajarían con el tema que nos ocupa. Otro tema sería que tipo de gravámenes serían los adecuados para semejante actividad. Más de uno defendería, por ejemplo, un IVA para productos de primera necesidad (hay gente para todo).

- otra ventaja, entrando ya en las externalidades positivas, sería la seguridad. La regulación de cualquier mercado implica reducir (aunque nunca completamente) asuntos como el dinero negro, economía sumergida. Imaginemos por un momento cuántas personas (y digo personas, porque aunque sea en menor proporción, la prostitución masculina también existe) pueden estar recibiendo prestaciones por desempleo o ayudas cuando realmente obtienen unas ganancias más o menos cuantiosas (basadas en sus cualidades, capacidades, suerte, localización,...). Pero no me refiero sólo a seguridad económica, a ajustar este mercado a los parámetros establecidos normalmente para otro tipo de actividad, sino a la seguridad propiamente dicha: seguridad ciudadana. La legalidad de los negocios complicaría las oscuras tramas de trata, chantaje, explotación,... que en ocasiones acompañan a la práctica de la prostitución. Esto redundaría en un mayor bienestar social, algo que teóricamente es el objetivo básico de cualquier buen gobierno.

- sin duda, la salud sería otra de las beneficiadas de un marco legal. Controles médicos permitirían prestar y recibir servicios sin riesgos asociados. Esto ofrecería mayor seguridad a los clientes, y una esperanza de vida y de calidad de vida mayor a las empleadas (el porcentaje de muertes por enfermedades es ínfimo en el sector de la prostitución, pero si es cierto que determinadas afecciones pueden reducir su calidad de vida).

- otra externalidad a destacar es el efecto en cadena que todo servicio produce al entrar en el mercado. Imaginen que usted, valiente ante la que está cayendo, crea una empresa de, por ejemplo, venta de pulseras hechas a mano. Usted es bueno gestionando, y siempre le han gustado las pulseras, pero es un completo desastre en manualidades. Contrata a una persona que es una experta en la fabricación de dicho artículo. El negocio empieza a ir bien, la demanda de pulseras aumenta considerablemente, y decide contratar a otras tres personas para aumentar la producción. En ese momento se plantea en promocionar sus productos en la prensa local, pues quiere aprovechar esa mayor capacidad productiva e invierte una parte de sus beneficios en promoción.
Este ejemplo podría continuar y continuar (hasta que el mercado se saturase de pulseras hechas a mano), pero ya podemos destacar sin profundizar más el efecto cadena que comentábamos: usted ha aumentado la población activa trabajadora del país, ha aumentado las transacciones tanto de su propio negocio como las que implican a otras partes (en nuestro ejemplo la prensa local). Con ello, usted aumenta los ingresos del Estado, el PIB, y seguramente se compre un coche nuevo que también active aún más la economía (vamos, que gasta más en el sistema y todos más contentos). En el marco de la prostitución el efecto en cadena se produce de manera no muy clara, pues la promoción se reduce a lugares concretos (las conflictivas secciones de contacto de la prensa); además los efectos económicos de la economía sumergida no se reflejan en las variables macroeconómicas que reflejan la salud de un país. Desde un marco legal, el efecto cadena sería superior y usted vendiendo pulseras tanto como su vecino vendiendo sexo, tendrían una mayor calidad de vida, mejorarían la de los demás, y vivirían en un país mejor.

Puede que se me escape alguna externalidad más, y puede que deje escapar alguna con intención (imagine plantear como externalidad positiva el menor stress de los ciudadanos). Pero las más claras en términos de economía han quedado reflejadas. Usted, influenciado por llevar minutos leyendo mis palabras, se pregunta con énfasis: ¿cómo es que no se legaliza la prostitución? Pues yo también me lo pregunto. Y encuentro una sola explicación: la moralidad (podríamos decir que el concepto de la legalidad de la prostitución conllevaría externalidades negativas para mucha gente: mal ejemplo para sus hijos, mal concepto de la profesión,... o como dirían muchos “una vergüenza y una guarrería”). Imagine que usted es gobernante del país y decide legalizar este negocio. ¿Cómo cree que le mirarían determinados sectores de la sociedad? La oferta y demanda entre bienestar social ofrecido y votos recibidos superará seguramente la importancia de la interacción entre oferta y demanda de prostitución. Sería muy positivo anunciar en un congreso que el paro ha disminuido, que la producción aumenta, que debido a una mayor recaudación el gobierno puede invertir en obras sociales y ayudas a necesitados, en beneficios sociales... ¿pero cómo recibiría ese público la última parte de su discurso cuando anunciara que todo se debe a que la prostitución es legal? Seguramente perdería el apoyo de muchos de sus fieles. ¿De qué le sirve tomar medidas para aumentar el bienestar social del país si luego no encabezará su gobierno? No creo que haya muchos políticos que asuman una derrota por el bien común.
En definitiva, económicamente la legalidad de la prostitución no tendría ninguna traba. Sólo reportaría beneficios, tanto directa como indirectamente. Pero cuando los prejuicios y sentimientos de las personas entran en juego (recuerde, externalidad negativa, todo tiene su equivalente económico), no hay números que valgan.
Nota lista del economista: Piense en la gente que emplea a personas a precios ridículos como personal de servicio, y piense también en el concepto que esa misma gente puede tener de la prostitución... ¿contradictorio? Puntos de vista...