jueves, 12 de abril de 2012

SEMANA 5 : DIOS

A petición de un gran ilustrador (y mejor amigo), trataré en la quinta entrega del blog el tema “Dios”. Antes de empezar y poder herir sensibilidades, quiero recordar que desde aquí trato los temas desde el punto de vista económico, y en este caso no será distinto. No se discutirá ni la existencia de Dios, ni se cuestionará la fe, ni nada similar: sólo se realizarán teorías que valdrán de base a mis conclusiones, nada más. Además elegiré como punto de vista el cristianismo, aunque las conclusiones serán extrapolables al resto de las religiones.

Voy a dividir la entrada en dos partes: primero trataré si es rentable que usted crea en Dios para, en una segunda parte, racionalizar el comportamiento de los distintos perfiles que creen en Dios, añadiendo aquellos que no creen pero también están en el mercado.

La Biblia es un libro muy bueno. Es posiblemente el mejor libro que existe en riqueza de personajes, historias y moralejas. No es de extrañar que en torno a ese libro se haya creado tanta controversia. Algunos defienden su exactitud, otros su valor como lecciones de cómo comportarse,... En cualquier caso, es la base de la religión cristiana y su fuente de creencias. La creación del mundo, lo que sucedió hasta la aparición de Jesucristo, su muerte, su resurrección,... Temas más o menos creíbles en un mismo libro, debido también a la distinta procedencia de los escritos. Y ahí encontramos uno de los “fallos” de este libro: la credibilidad de diversos pasajes. Y es que hay que tener mucha fe para creer a rajatabla en los principios de la humanidad según la Biblia, más si tenemos en cuenta que semejante tarea ya ha sido realizada por la ciencia. Es decir, o cree usted en el Génesis o cree usted en Eduard Punset.

Pero podemos sortear este escollo tomando determinados escritos sagrados como “cuentos”, parábolas cuyo objeto es el ejemplo y no la exactitud histórica. Otra cosa aparte son los milagros que aparecen más o menos encuadrados en hechos históricos demostrados. Ahí única y exclusivamente contará usted con la fe para creer o no en ellos, nada ni nadie podrá rebatirle con pruebas científicas su decisión.

Uniendo estas dos ideas (interpretación de la Biblia y fe), es perfectamente racional que alguien profese creencia en Dios. Estudiemos ahora los beneficios y costes de dicho comportamiento:

- Beneficios: hay un beneficio claro, la posibilidad de la salvación y la vida eterna. La utilidad de creer en la vida más allá de la muerte está fuera de toda duda (salvo si usted está harto de la vida, que es otra posibilidad). Darle un sentido a la vida podría ser otro beneficio, sentirse parte de un plan, entender el por qué de la existencia,...
- Costes: el coste evidente es cumplir las condiciones del buen cristiano, que podemos resumir en portarse bien y cumplir las liturgias correspondientes. Este coste depende del nivel de implicación de cada uno, aunque debo decir que desde mi punto de vista es casi imposible cumplir a rajatabla las exigencias del guión; todos alguna vez, por muy santos que seamos, incumplimos algún mandamiento, pecado capital,... Con lo que el perfecto cristiano podría casi considerarse un sujeto utópico (digamos que algo así como un clon conductual de Jesucristo). Pero es cierto que “ser bueno” consiste en algo más terrenal, algo así como “compórtate bien y no hagas daño al prójimo, ayúdale”; con hacer esa inversión parece que ya tendremos derecho a los beneficios.

Haga sus cálculos: estime sus beneficios en función de su fe y los gastos en función de su compromiso, y halle la solución. Es lo que todo el mundo hace para decidir si su comportamiento será o no el de un cristiano. Está claro que si uno cree al cien por cien en los beneficios apenas considerará el nivel de costes, pero cuando las cifras cambian... Los beneficios son directamente proporcionales a la fe, si usted duda en la vida más allá de la muerte por ejemplo, quizás el ser buena persona e ir todas las semanas a misa no sea una inversión rentable...

Supongamos que usted decide ser cristiano. Toca hallar el grado de implicación que adjudica a dicha decisión. Puede creer, puede creer y practicar, y puede creer, practicar e intentar captar más “consumidores” de cristianismo. Queda fuera la opción “no creer y captar consumidores” que veremos al final.

- Creer: es la opción más extendida. Usted cree en Dios y sus bondades pero no es practicante. Algunos justificarán su comportamiento con “no estar de acuerdo con la iglesia”, otros simplemente no lo harán. Pero todos (la gran mayoría) “practicarán” en momentos determinados, en los momentos BBC. No me refiero a la cadena inglesa, sino a las siglas de “Bodas, bautizos y comuniones”. ¿A qué se debe este comportamiento? ¿Es racional no ir a misa los domingos y casarse por la iglesia? Dos son los motivos básicos que racionalizan este comportamiento: la tradición y el sistema de perdón de la iglesia. Los BBC son eventos con gran arraigue en la sociedad, motivo de reunión familiar y compromisos casi ineludibles. Sus características sociales superan con creces (no siempre) a los verdaderos motivos de dichos rituales, y que a menudo incluso se olvidan. Eso hace que los usuarios no vean los BBC como costes del cristianismo, sino como ingresos de su vida cotidiana (a veces incluso ingresos económicos, si se hace bien). En cuanto al sistema de perdón de la iglesia, la explicación nos vale tanto como para estos eventos como para el resto de situaciones similares. Usted sólo tiene que confesarse previamente, y automáticamente su historial cristiano quedará limpio a cambio de unas pocas oraciones. ¿Fácil, no? El arrepentimiento facilita la reincorporación inmediata al buen cristianismo, aunque seguramente el fin de semana siguiente no se acuda a misa… La implicación de esta opción no es ni mucho menos alta, pero el funcionamiento del perdón permite ir cumpliendo las obligaciones de manera escalonada.
- Creer y practicar: la opción más clásica, la de nuestros abuelos. Creer, ir a misa, confesarse, comulgar… el perfil de cristiano más o menos perfecto. Se cumplen las obligaciones de manera lineal, no como en el caso anterior. La pega es: ¿por qué cumplir los pagos de nuestra inversión puntualmente cuando hay una forma de hacerlo de manera más sosegada y de menor cuantía? Este comportamiento es racional debido a que el practicante lo hace no sólo como obligación, sino como apetencia. Si no fuera necesario ir a misa iría igualmente, su curva de utilidad aumenta practicando, no es una cuestión de costes sino de ocio.
- Creer, practicar y captar: es la versión avanzada del comportamiento anterior: ¿por qué no llevar la palabra de Dios a otros que todavía no invierten en cristianismo? No es necesario hacerlo para ser un buen practicante, pero la curva de utilidad aumenta si lo hacen, se sienten más felices, tampoco es una obligación: usted está convencido de lo que cree, verá a todos los demás usuarios como equivocados y puede indicarles el camino correcto. Si usted quiere invertir en ese nivel (la inversión necesaria para ser cristiano más aportaciones altruistas al cristianismo) debe tener en cuenta ciertos sacrificios. Por eso se refuerza la idea de utilidad para el usuario, puesto que captar no aporta mayor categoría de cristiano que el punto anterior y si entraña costes; pero una sensación de felicidad y satisfacción parece superar ese gasto adicional, aunque también cabe la posibilidad de que la fe entre en escena, y que el consumidor de cristianismo crea que es parte de su misión en la vida y no pueda obviarla como tal.

Dejábamos para el final la opción “no creer y captar”, puesto que no tiene nada que ver con las opciones anteriores donde el objetivo final es la vida eterna. En este caso, si Dios existe, precisamente sea todo lo contrario. Nos encontramos ante un perfil seguramente no creyente, cuya única meta es acumular riqueza (ahora sí que hablamos de dinero, de euros, de propiedades,…). Aquí la fe no participa, y la inversión realizada es la que aparece en muchos de los timos: prometer cosas inmateriales a cambio de materiales. Un gran negocio.

Alguno echará en falta otros perfiles, como por ejemplo aquel que cree, practica, capta y vive en la abundancia. Este ejemplo es claramente una mezcla de otros, donde la fe se aparta cuando es necesario para dar paso a los metros cuadrados del chalé. Si Dios existe, seguramente tenga algo que decir al respecto cuando llegue el momento de negociar la resolución del contrato…

En definitiva, creer o no creer se basa en los mismos términos que cualquier otra inversión: debo pagar ahora para recibir más adelante. Dependiendo de nuestro perfil de inversor lo haremos de una u otra manera, basados en la percepción del valor de esos beneficios. Pero esta inversión si es diferente en algo; usted puede invertir en acciones, fondos de inversión, viviendas… no sabe lo qué puede pasar pero si sabe en qué supuestos usted ganará o perderá y en qué cantidades: las reglas del mercado. Pero en este mercado decide Dios, cuyos caminos son inescrutables… Hay directrices a seguir que le aseguran acercarse a la cartera de inversión perfecta para obtener beneficios, pero sólo Él (en caso de su existencia) le dará el verdadero interés de retorno de la inversión que ha supuesto su comportamiento a lo largo de su vida. Suerte…

Nota lista del economista: ¿pondría usted la mano en el fuego por alguien asegurando que se ha ganado el cielo?