miércoles, 13 de abril de 2011

SEMANA 2: LOS JEFES

El tema de nuestra segunda semana es “Los jefes”. Sí, ese sector odiado y/o envidiado, que plantea numerosas preguntas desde el punto de vista económico. Para no esparcirnos sin objetivo definido, plantearemos un listado de cuestiones típicas que todo empleado suele cuestionarse:

- Incompetencia: ¿existe una relación positiva entre la incompetencia de la persona y su posición laboral?
- Sueldo: ¿por qué cobran tanto?
- Acceso: ¿cómo llegar a ser jefe?
- Variables no-económicas : ¿se tienen en cuenta otros factores aparte de los económicos para llegar a esa categoría?

Seguro que a usted se le ocurre alguna pregunta más, pero con las planteadas cubrimos un amplio espectro de la problemática tratada.

- Incompetencia: usted mentiría afirmando que esa sentencia no salió nunca por su boca. Todos alguna vez hemos pronunciado improperios dedicados a nuestros responsables, “alabando” su mediocridad. La cosa se complica cuando usted, cansado de una jornada laboral larga, se reune con sus amigos a tomar algo. Siempre se acaba hablando de trabajo, y siempre se encuentran muchos más testimonios como el suyo. Eso lleva a una pregunta lógica: “¿son todos incompetentes?”. Mi experiencia me dice que hay de todo, que a veces el odio personal nubla las afirmaciones de uno, pero que siempre subyace algo de razón cuando uno está harto de su superior. Son muchos los factores que influyen en la valoración de un jefe por parte de su empleado, desde motivos personales hasta profesionales. Vayamos a los datos objetivos:

* número de jefes: éste es determinado por el número de proyectos existentes (en teoría claro, ya veremos algún ejemplo en las variables no-económicas, pero hablaríamos de un caso no-eficiente, o al menos incluso más ineficiente que el resto). Esto da un problema muy claro: si existen diez proyectos que necesitan diez jefes y hay seis personas con el perfil necesario para desarrollar ese labor, cuatro serán jefes incompetentes. Contra esta regla sencilla no hay mucho que objetar.

* cambio de proyecto: pasan dos años, y esos seis jefes terminan sus proyectos con un éxito contundente, sin ninguna crítica por parte de sus satisfechos subordinados. Pero el cambio de proyecto implica cambio de necesidades, conocimientos y forma de trabajar, con lo que puede que algunos no encajen en el proyecto y se conviertan en jefes incompetentes. Esta también parece una relación clara.

Con estos dos puntos en principio irrebatibles, vemos que la ineptitud se puede dar tanto al principio del negocio como durante el desarrollo de este. Las variables no-económicas añadirán nuevos marcos en los que los jefes incompetentes son de nuevo constatados.
En un mercado eficiente los jefes incompetentes deberían desaparecer. La demanda de jefes incompetentes debería ser nula (salvo intención de daño), con lo que la oferta para ellos debería reajustarse a cero al conocer el perfil de éstos.

-Sueldo: ¿es exorbitado el sueldo de los jefes? Como siempre, hay casos. Algunos dan su vida por el trabajo y tienen gran responsabilidad, con lo que podrían (y digo “podrían”) justificar los ceros de sus nóminas. Pero bien es cierto que hay otros empleados que también dan su vida por el trabajo, se la juegan incluso (cosa que pocos jefes seguramente hagan), y cobran nóminas raquíticas. Quizás este sea el propio motivo de esos altos salarios. Imagine: usted, trabaja en una empresa diez horas al día, sudando seis días a la semana por su jornal. Cada mañana, dos horas después de llegar a su puesto de trabajo, llega su jefe, en un flamante vehículo y dispuesto a desayunar. Usted sabe que gana muchísimo dinero, y que su trabajo, por mucha responsabilidad que lleve, es infinitamente mejor que el suyo...¿por qué aguanta entonces? Pues quizás sea la esperanza de llegar a ser él. El salario de su jefe se convierte en el incentivo máximo de un empleado para continuar en la empresa y hacer su trabajo lo mejor posible. ¿Se imagina que su jefe ganara escasos euros más que usted? Pensaría que está en una empresa sin futuro.

- Acceso: lleva usted quince años en la empresa, motivado por ese sueldo cuantioso de su jefe (y por qué no, puede que le guste el trabajo incluso). ¿Llegará alguna vez a ocupar su puesto? Pues depende de varios factores, como el entorno macroeconómico, el microeconómico (vamos, como va el país y como va la empresa), y como no, también de las famosas variables no-económicas que dejamos para el final y que muchos de ustedes ya habrán imaginado. Usted puede hacer su trabajo a la perfección y nunca ascender, o ser el rey del escaqueo y llegar muy alto. Veamos esas variables que tanto hemos mencionado.

- Variables no-económicas: sí, son las que usted imagina: el enchufe, el peloteo, el oportunismo, la conveniencia,... siempre nombradas en sus términos más coloquiales.
Veamos un ejemplo en el que usted podría tomar en cuenta todos estos valores: usted es director general de una empresa, y su responsabilidad es contratar a alguien de la empresa para concederle el puesto inmediatamente inferior a usted: su mano derecha. Caben varias posibilidades:

* usted se lleva muy bien con Anselmo, con el cual estudió desde el colegio y llegó incluso a compartir novia. No es especialmente diestro en sus habilidades, pero es un gran amigo: le contrata.
* usted recibe una “recomendación” por parte de un importante accionista para que contrate a un primo suyo que estudió un curso de marketing en una academia y tiene “don de gentes”: le contrata.
* usted recibe de Federico un trato excelente: café en su punto a la hora acordada, se queda siempre que hay que acabar algún informe permitiéndole a usted disfrutar de su familia, nunca ha supuesto problemas para la empresa,... : le contrata.
* usted tiene en su plantilla a Dionisio, un experto en casi todo. Controla el negocio como nadie, es trabajador, eficaz, infalible. ¿Podría suponer un riesgo para su puesto actual?: no le contrata.
* también podría utilizar su poder y contratar a dos personas, que aunque no sean necesarias, le liberan de trabajo y le evitan elegir entre varios candidatos (el caso que comentábamos cuando hablábamos del número de jefes y proyectos).

Como podemos ver, existen numerosas variables no-económicas que influyen tanto en la incompetencia de los jefes como en sus decisiones. Además del comportamiento propio del mercado, el comportamiento humano en su faceta más pura enturbia el mercado perfecto en el cual jefes incompetentes no tendrían cabida.

En resumen, parece claro que los jefes incompetentes existen. Dejo en sus manos la decisión de establecer un porcentaje. El mío lo guardo para otra ocasión.

Nota lista del economista: piense en los jefes incompetentes que parecen no serlo ya que sus empleados sacan el trabajo, y ese es el resultado final que se le pide a los primeros...

lunes, 4 de abril de 2011

SEMANA 1: LA PROSTITUCIÓN

En esta primera entrada trataremos la profesión más antigua del mundo: la prostitución. O al menos, una de las primeras, pues supongo que los primeros clientes deberían de percibir algún salario que poder gastar en aquellos servicios, con lo que por muy pocas profesiones que existieran, alguna tendría que coexistir en el tiempo con la que abarca nuestro primer contenido.

La legislación española parece ser un mero espectador ante el mercado de la prostitución. No existe una regulación al respecto, con lo que todo se sumerge en una alegalidad que permite que tanto ofertantes como usuarios (es un blog de economía, estas palabras deben aparecer) creen un mercado que reporta grandes beneficios.

La palabra “beneficios” es un término que suele alertar a cualquier Gobierno, puesto que si puede gravar ese flujo de dinero obtendrá una cuantiosa suma en sus arcas. Véase gasolina, tabaco, alcohol,... Entonces, ¿por qué no se regula la prostitución siendo esta uno de los negocios más rentables?

Veamos las múltiples ventajas de la posible legalización:

- la más clara es la comentada: toda actividad económica lleva implícita unos impuestos, desde aquellos que gravan el consumo, como aquellos que gravan a la propia empresa. Además, los gobiernos, basándose en una hipócrita teoría de gravamen superior si el producto es perjudicial, crea también impuestos indirectos que seguramente encajarían con el tema que nos ocupa. Otro tema sería que tipo de gravámenes serían los adecuados para semejante actividad. Más de uno defendería, por ejemplo, un IVA para productos de primera necesidad (hay gente para todo).

- otra ventaja, entrando ya en las externalidades positivas, sería la seguridad. La regulación de cualquier mercado implica reducir (aunque nunca completamente) asuntos como el dinero negro, economía sumergida. Imaginemos por un momento cuántas personas (y digo personas, porque aunque sea en menor proporción, la prostitución masculina también existe) pueden estar recibiendo prestaciones por desempleo o ayudas cuando realmente obtienen unas ganancias más o menos cuantiosas (basadas en sus cualidades, capacidades, suerte, localización,...). Pero no me refiero sólo a seguridad económica, a ajustar este mercado a los parámetros establecidos normalmente para otro tipo de actividad, sino a la seguridad propiamente dicha: seguridad ciudadana. La legalidad de los negocios complicaría las oscuras tramas de trata, chantaje, explotación,... que en ocasiones acompañan a la práctica de la prostitución. Esto redundaría en un mayor bienestar social, algo que teóricamente es el objetivo básico de cualquier buen gobierno.

- sin duda, la salud sería otra de las beneficiadas de un marco legal. Controles médicos permitirían prestar y recibir servicios sin riesgos asociados. Esto ofrecería mayor seguridad a los clientes, y una esperanza de vida y de calidad de vida mayor a las empleadas (el porcentaje de muertes por enfermedades es ínfimo en el sector de la prostitución, pero si es cierto que determinadas afecciones pueden reducir su calidad de vida).

- otra externalidad a destacar es el efecto en cadena que todo servicio produce al entrar en el mercado. Imaginen que usted, valiente ante la que está cayendo, crea una empresa de, por ejemplo, venta de pulseras hechas a mano. Usted es bueno gestionando, y siempre le han gustado las pulseras, pero es un completo desastre en manualidades. Contrata a una persona que es una experta en la fabricación de dicho artículo. El negocio empieza a ir bien, la demanda de pulseras aumenta considerablemente, y decide contratar a otras tres personas para aumentar la producción. En ese momento se plantea en promocionar sus productos en la prensa local, pues quiere aprovechar esa mayor capacidad productiva e invierte una parte de sus beneficios en promoción.
Este ejemplo podría continuar y continuar (hasta que el mercado se saturase de pulseras hechas a mano), pero ya podemos destacar sin profundizar más el efecto cadena que comentábamos: usted ha aumentado la población activa trabajadora del país, ha aumentado las transacciones tanto de su propio negocio como las que implican a otras partes (en nuestro ejemplo la prensa local). Con ello, usted aumenta los ingresos del Estado, el PIB, y seguramente se compre un coche nuevo que también active aún más la economía (vamos, que gasta más en el sistema y todos más contentos). En el marco de la prostitución el efecto en cadena se produce de manera no muy clara, pues la promoción se reduce a lugares concretos (las conflictivas secciones de contacto de la prensa); además los efectos económicos de la economía sumergida no se reflejan en las variables macroeconómicas que reflejan la salud de un país. Desde un marco legal, el efecto cadena sería superior y usted vendiendo pulseras tanto como su vecino vendiendo sexo, tendrían una mayor calidad de vida, mejorarían la de los demás, y vivirían en un país mejor.

Puede que se me escape alguna externalidad más, y puede que deje escapar alguna con intención (imagine plantear como externalidad positiva el menor stress de los ciudadanos). Pero las más claras en términos de economía han quedado reflejadas. Usted, influenciado por llevar minutos leyendo mis palabras, se pregunta con énfasis: ¿cómo es que no se legaliza la prostitución? Pues yo también me lo pregunto. Y encuentro una sola explicación: la moralidad (podríamos decir que el concepto de la legalidad de la prostitución conllevaría externalidades negativas para mucha gente: mal ejemplo para sus hijos, mal concepto de la profesión,... o como dirían muchos “una vergüenza y una guarrería”). Imagine que usted es gobernante del país y decide legalizar este negocio. ¿Cómo cree que le mirarían determinados sectores de la sociedad? La oferta y demanda entre bienestar social ofrecido y votos recibidos superará seguramente la importancia de la interacción entre oferta y demanda de prostitución. Sería muy positivo anunciar en un congreso que el paro ha disminuido, que la producción aumenta, que debido a una mayor recaudación el gobierno puede invertir en obras sociales y ayudas a necesitados, en beneficios sociales... ¿pero cómo recibiría ese público la última parte de su discurso cuando anunciara que todo se debe a que la prostitución es legal? Seguramente perdería el apoyo de muchos de sus fieles. ¿De qué le sirve tomar medidas para aumentar el bienestar social del país si luego no encabezará su gobierno? No creo que haya muchos políticos que asuman una derrota por el bien común.
En definitiva, económicamente la legalidad de la prostitución no tendría ninguna traba. Sólo reportaría beneficios, tanto directa como indirectamente. Pero cuando los prejuicios y sentimientos de las personas entran en juego (recuerde, externalidad negativa, todo tiene su equivalente económico), no hay números que valgan.
Nota lista del economista: Piense en la gente que emplea a personas a precios ridículos como personal de servicio, y piense también en el concepto que esa misma gente puede tener de la prostitución... ¿contradictorio? Puntos de vista...